
Hoy, 31 de agosto de 2022 cumplimos 10 años de haber firmado el acta constitutiva de Fundación Vuela.
Dicen que es normal para un joven querer cambiar el mundo. Pero cuando un adulto lo hace, lo tachan de loco, de que vive fuera de la realidad, de que no madura o que no ha entendido cómo funcionan las cosas.
Cuando empezamos VUELA, éramos un grupo de jóvenes con muchas ganas de cambiar el mundo. No sabíamos cómo, tal vez porque precisamente no sabíamos mucho acerca del mundo en el que vivíamos.
Nos costó empezar, mucho porque no sabíamos por dónde hacerlo. ¿A quién queríamos ayudar?, ¿Cómo lo íbamos a hacer? Lo que sí teníamos claro era el porqué. Queríamos hacer esto porque estamos convencidos de que la vida solo tiene sentido si pensamos en alguien más que en nosotros mismos. Queríamos ayudar porque creemos que todos tenemos la misma dignidad y valor y lo único que nos separa de alguien en una situación vulnerable fue un golpe de suerte y de privilegio. Queríamos ayudar porque estamos llamados a amar a los demás sin condiciones.
Dicen que teniendo claro el porqué, encuentras el cómo y el quién. Por lo menos, vas en la dirección correcta. Y así fue. Hoy puedo decir que es verdad.
Con ese porqué, avanzas y te abres camino como si fuera una espada. Con ese porqué, te proteges como un escudo de guerra. Con ese porqué, puedes convertirte en conquistador.
Y así fue, nos abrimos camino y encontramos a los niños con cáncer, el tesoro perdido. Esas personas tan vulnerables, pero al mismo tiempo tan fuertes. Esas relaciones, a veces tan efímeras, pero al mismo tiempo tan permanentes en nuestro corazón.
Al encontrarlos, nos dimos cuenta de su gigantesco valor, pero también de su inmensa necesidad. Esos niños que viven tan cerca del corazón de Dios, pero lamentablemente tan lejos de los corazones de buena parte de la humanidad.
Con ellos fuimos aprendiendo el camino. Ellos nos enseñaron cómo ayudarlos. Ellos nos mostraron la necesidad y nos hicieron entender la solución. Poco a poco, como una pequeña llovizna que empieza gota a gota y después te empapa, así nos fuimos comprometiendo con el cáncer infantil.
10 años de firmar un acta constitutiva de algo que no comprendíamos, pero hoy, viendo lo que VUELA ha sido, no dudaría en volver a poner mi firma en ese papel que me compromete con los increíbles niños, niñas y adolescentes, con sus valientes familias, con los heroicos doctores y enfermeras que los atienden, con México y con nuestro mundo.
En lo personal, VUELA es el proyecto de mi vida. Ese que me hacía sentirme seguro del camino que tomaba con mi espada y mi escudo. El proyecto que le da sentido a lo que hago, digo, pienso, sudo y lloro cada año. VUELA es y ha sido siempre un ideal: Dejar lo terreno para alcanzar el cielo.
Estoy sumamente agradecido con Dios, con la vida, con mi familia por permitirme ser parte de esto. Es un honor compartir este proyecto con todos los asociados y voluntarios que han confiado en VUELA para hacer de este mundo un lugar mejor. No se puede explicar, pero el vínculo que se forma con otras personas que comparten tu misión, tus convicciones y tus proyectos para cambiar el mundo, tienen un valor incalculable.
Gracias a las empresas, personas, rifados, seguidores y voceros que han confiado en nosotros como un medio para impactar a la sociedad de una manera positiva. Sin su confianza, esto no hubiera sido posible.
Aquí estamos, 10 años después. Ya no somos tan jóvenes, pero seguimos queriendo cambiar el mundo y cada vez hemos encontrado a más jóvenes o a más locos que lo quieren hacer con nosotros. Bendita locura. Bendito porqué.